miércoles, 25 de mayo de 2011

"ADAPTACIÓN DEL CUENTO"

En esta actividad, he realizado una adaptación propia sobre "Toda clase de pieles" que nos contó la profesora en clase.

Había una vez un rey muy apuesto, muy guapo, rubio con ojos verdes como esmeraldas y estaba casado con una reina, la más guapa de todos los reinos, ninguna tenía esa melena rubia, brillante que a todo el mundo llamaba la atención. Fruto del amor, nació una princesita preciosa. Sus padres no tenían ojos para nadie más que para su niña, en particular, la reina y la princesa tenían una complicidad y una relación especial.
Los años pasaron y la princesita fue creciendo rodeada de mucho amor  y teniendo todo lo que se le antojaba.
Un día la reina enfermó y los médicos comunicaron al Rey que le quedaban pocos días a la reina, porque estaba muy enferma. El Rey y la princesa estaban muy tristes pensando en la futura pérdida y llegó la hora de la despedida.
Primero entró el Rey, y la reina le hizo prometer que tenía que rehacer su vida, ya que aún era joven y así el reino tendría un Rey y la princesa una familia. El Rey al principio se opuso y la dijo que no podía, que él solo la quería a ella y que jamás podría volver a estar con otra mujer que no fuera ella, y se echó a llorar. La Reina le dijo que dejará pasar un poco el tiempo y que ya vería como las cosas se enfriaban y podría conocer a más mujeres. El Rey bajó la cabeza, la besó y dejó pasar a la  princesa.
La princesa, nada más entrar, se echó a los brazos de la reina llorando desconsoladamente, la reina por su parte no pudo más que decir, te voy a echar de menos mi niña.  Después, la reina le dijo a su hija, la princesa, que le tenía que prometer una cosa, el hombre con el que se casará algún día, sería aquel al que amara por encima de todo, y el que ella eligiera. La princesa asintió. La Reina la dijo que fuera hacia el armario y que lo abriera que había una cosa para ella. La princesa abrió el armario y miles de destellos cegaron sus ojos, eran tres hermosos vestidos, únicos en el mundo entero, y eran para ella. Uno era tan brillante como el sol, bordado con hilo de oro y hecho con la mejor tela, espectacular. El otro vestido, era tan brillante como la luna, bordado con hilo de platino y el último, era más brillante aún que las estrellas, bordado con hilo de platino y con diamantes. La princesa se quedó sin palabras, no entendía nada. Jamás había visto cosa igual. La Reina le dijo que esos vestidos, junto con los pendientes de boda de su abuela le gustaría que lo conservará. La princesa se abrazó a su madre llorando y la dijo que no quería nada más que jamás se tuvieran que separar.
La Reina falleció en los brazos de su preciosa princesa. Tanto la princesa como el Rey no encontraban consuelo alguno.
Los años pasaron, y la princesa cumplió los 20, el rey por su parte, la comentó que ya era hora de que encontrará a un apuesto príncipe con el que formar una familia, y cumplir la promesa que hizo en su lecho de muerte a la Reina.  Ya que él, no podía cumplir la promesa que le hizo, porque se veía incapaz de estar con otra mujer.
La princesa dijo que vale, que pronto haría una fiesta convocando a todos los príncipes de las casas reales y allí se decantaría por uno.
El rey por su parte añadió que el ya tenía en mente el hombre con el que se casaría, ya que él tenía que asegurarse de que  el hombre con el que compartiera su vida y el futuro rey  era el adecuado, y que en la próxima semana había una recepción en el que ambas familias se reunirían para empezar a preparar todo.
La princesa se horrorizó y salió corriendo a su cuarto. Allí la princesa no paró de pensar en lo que le prometió a su madre, y que ese hombre no era el que ella había elegido, se lo iban a imponer. Ante tan agobio, la princesa decidió salir a pasear por el bosque y pensar. Estaba en el río, a la sombra de un frondoso árbol, cuando de repente oye unos pasos, se gira y ve a un apuesto hombre, que no destacaba por su hermosura, pero a la princesa hubo algo que le llamó la atención de ese hombre.
-          Hola, mi nombre es León y tú, ¿cómo te llamas?
-          Yo…me tengo que ir, lo siento, adiós.
La princesa, no sabía lo que la estaba pasando, solo salió corriendo.
El príncipe por su parte, solo le dio tiempo a gritar que mañana a la misma hora, estaría esperándola en el mismo lugar en el que se habían encontrado.
La princesa cuando llegó al reino, se fue directamente a su habitación, y no paraba de pensar en aquel hombre. Algo había sucedido, algo a lo que no podía poner nombre.
Tal como el hombre apuesto, dijo, al día siguiente, la princesa se dirigió a donde el día anterior se había encontrado con su ¿amor?
Ya allí, ambos se encontraron y empezaron a hablar, a conocerse.
Pasaron los días, y todos los días no pasaban sin que se vieran, se estaban enamorando.
Pero el día llegó, el día en el que el rey, había convocado a la familia y al futuro marido que había buscado para su hija.
La princesa, pensó que su verdadero amor era León y que no podía casarse con otro que no fuera él asique salió como todos los días al bosque a encontrarse con su amado, esta vez para no volver al reino y no condenar su vida al lado de una persona a la que no quería. Cogió los vestidos de su madre y los pendientes de su abuela.
Llegó al bosque, y allí estaba León, la princesa, ante tal situación le contó que había escapado del reino porque su padre la quería casar con un hombre al que no amaba, ya que ella está enamorada de él.
León por su parte, le dice que sus padres, han convocado a todas las princesas del reino esta noche porque en dos días, tiene que decidir a la mujer con la que compartir su vida, y claro, para no desconvocar la fiesta y evitar dar tantas explicaciones a sus padres, que ella fuera al baile como si no se conocieran y mientras que llegaba el momento la escondería en el reino en una de las habitaciones hasta que llegara la noche, que tendría que salir sin que nadie la vea y dirigirse al baile.
La princesa acepto, ella solo quería llegar a estar con su amado y si esa era la forma, adelante.
Ya instalada en el reino, la princesa colocó los tres vestidos de su madre, y pensó, en cuál se pondría para la gran noche. Y decidió que el de tan brillante como el oro, era el perfecto para deslumbrar al príncipe junto con los maravillosos pendientes de su abuela. Según bajaba hacia el salón donde se celebraba el baile, su corazón parecía que fuera a estallar, se situó delante de la puerta, respiró profundamente y entró dentro. Todas las miradas se dirigieron hacia la princesa, nadie nunca jamás había visto una princesa tan hermosa y el príncipe no tardo apenas dos segundos en cogerla y bailar. No hablaban ya que sus miradas lo decían todo, las horas pasaron y el príncipe no quiso bailar con nadie más y su madre muy disgustada le dijo que tendría que bailar con más princesas, que no podía casarse con la primera que viera. El príncipe asintió. Al día siguiente tocaba ya decidir, y llegó el baile. La princesa se puso su vestido tan brillante como la luna y se dirigió al salón. Allí estaba su príncipe, bailando con otra princesa, la princesa no pudo evitar sentirse triste, pero allí espero hasta que su amor fuera a sacarla a bailar. La noche pasaba y el príncipe seguía bailando con otras princesas menos con ella, quería fingir delante de su madre que estaba intentando conocer a más princesas, pero el príncipe en el fondo también estaba triste por la situación. La princesa no podía aguantar más la situación y decide irse corriendo a su cuarto. No podía reprimir sus lágrimas, no sabía porque León, no bailaba con ella y pensó si la habría dejado de amar. Al mismo tiempo la noche iba tocando a su fin en el baile, y el príncipe tendría que elegir a una de las princesas para compartir su vida y en ese preciso momento, a la hora de elegir a su amada, se da cuenta que no está. La princesa en su cuarto, no paraba de pensar en su amor, y que tendría que luchar por él asique se armó de valor, se arregló y fue corriendo hacia el salón, cuando en ese mismo instante, el príncipe tenía que decir a quién elegía. La princesa entró por la puerta, todas las miradas se dirigieron hacia ella y el príncipe se dirigió hacia ella y le colocó el anillo de compromiso y el pendiente que se le había caído cuando se marchó.
Sí, se casaron y,  ¿a qué no sabéis que vestido se puso para su boda? El que era tan brillante como las estrellas.

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